domingo, 10 de junio de 2018

Los neocon de la extrema derecha.

Hace unos días leí un buen libro titulado: “Spanish Neocon” de Pablo César Carmona, Almudena Sánchez Moya y Beatriz Dorado. (Editorial Traficantes de Sueños).
En este se analizan los orígenes históricos de esta tendencia en el liberalismo conservador español, al igual que su filiación atlántica con el pensamiento neocon estadounidense. También se estudia el complejo entramado institucional-mediático que dirigió la ola de movilizaciones conservadoras contra la administración socialista, así como las políticas institucionales en el principal de sus bastiones: el gobierno de la Comunidad de Madrid.

Lo cierto, es nunca creí que los neocons volvieran a existir como tal, o tal vez es que nunca desaparecieron del todo, pero, para los más incrédulos o quienes lo desconocen, voy a recordar lo que parece ser que eran hasta la fecha: El neocon siempre protege el orden económico y político en el que se garantiza la titularidad privada de los medios de producción y el que principalmente busca el beneficio empresarial privado en un contexto de libre competencia que premia a los “mejores” con el éxito (riqueza) y castiga a los “peores” con la exclusión social (desaparición). Convertir a la clase media en pobres y aumentar la desigualdad. Para que este orden económico y político exista es necesario un estado mínimo que se limite a garantizar la seguridad mercantil y la propiedad privada de los medios de producción. Este estado se abstiene de intervenir en la economía de las empresas y reduce su actividad fiscal y tributaria al mínimo imprescindible.


Voy a intentar explicar desde mi humilde punto de vista, lo que en España entendemos por “neocons” y como hacen uso de su hipocresía intelectual y del sfumato (recurso pictórico que consiste en difuminar los contornos de las figuras para crear una ilusión) moral.
Esta ideología (que eso es lo que es) creada por Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y Thomas Malthus, reafirmada después por Max Weber y preparada para la explosión neocon por la escuela austriaca, ha vuelto a entrar en funcionamiento tras casi desaparecer al verse atacada por sus propios postulados de una forma clara y evidente. Hasta el extremo de que podemos afirmar que el capitalismo (neocon) murió devorado por sí mismo, por sus propios excesos.

Cientos de instituciones financieras se dedican a titularizar deuda (fundamentalmente hipotecaria) de baja calidad y esta fluye por el sistema capitalista mundial de forma rápida y sin frenos. Nadie sabe hasta qué punto está endeudado y que calidad tiene su endeudamiento (aunque todos saben que la calidad de esa deuda es mucho peor de lo anunciado). Todo el mundo desconfía de todo el mundo. Algunas instituciones financieras empiezan a tener problemas para hacer frente a sus compromisos económicos. Empieza a cundir el pánico. Todo el mundo cierra el grifo. Los bancos y cajas al borde de la quiebra en vez de irse a pique y responder con su patrimonio el patrimonio personal de los que lo hunden (como nos hacen a los mortales) y (para que el mercado premie a los eficientes y sancione a los ineficientes), sale el Estado en su rescate (evidentemente, con el dinero de los contribuyentes).

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, fue nombrado hace poco como uno de los cien Jóvenes Líderes Mundiales de 2018 por Foro Económico Mundial según consta en la página web de este organismo, que explica que los ha elegido por “su trabajo innovador, su enfoque creativo de los problemas y su habilidad para tender puentes entre culturas y entre empresas, gobiernos y la sociedad civil”. Es decir, ya podemos acreditar que forma parte de club de sádicos o neocons.

El libro ¿Qué piensan los neoconservadores españoles? escrito por José María Aznar, sorprende no por que piense que no existe tal género de pensadores en España, sino porque gracias a la noticia se descubre que tales géneros de pensadores estaban básicamente agrupados en un autotitulado think tank, de nombre Grupo de Estudios.

Más allá de lo económico, estos actores políticos o empresariales se caracterizan por su calidad de contribuir a que la desigualdad sea el factor clave de la economía. En España la encabezan políticos advenedizos y actores neoliberales clásicos, interesados únicamente en llegar al poder por la imposición de sus ideas, sin dudar en usar cualquier método para recolectar el número máximo de votos, por el contrario, resulta difícil escuchar la clarificación ideológica, en muchas ocasiones contradictorias. Son mensajes fáciles, que se justifican en lo patriótico y a veces agresivos sin más intención que la de crear el mayor impacto en el sector fluctuante del voto con menor capacidad de análisis o con gran aversión a la clase política. Ahora los sectores que fueron víctimas durante el último periodo de la transición votan. Los que fueron víctimas de las políticas educativas son ahora quienes deciden los fracasos políticos de las políticas más anti sociales.

Pero para convencer de ello no basta una ideología. Es necesaria una estrategia que vaya más allá de lo económico, hablar de macroeconomía a la población es inútil y poco productivo electoralmente, por ello siempre recurren al discurso que todo el mundo entienda, aunque sea apócrifo, oportunista o simplemente mediocre:

Un ejemplo neocon es el del anti-izquierdismo, como sentimiento instintivo que nuble la razón y lleve a ridiculizar cualquier cosa que la izquierda defienda, sea cual sea. Se trata de exagerar los defectos de la otra parte y a minimizar los suyos propios.

La furia anti socialista, donde atribuyen al socialismo los sentimientos más viles, descargan sobre ellos todo tipo de desprecio. Es su actitud más "hooligan" como difusión del ideal neoliberal. Es la mejor forma de enaltecer la crispación con la que se nutren, tratando al adversario como al auténtico enemigo del sistema e intentando a toda costa que se comporten como tales. Esta su actitud que atrae a tantos ignorantes como los aliena, el resultado es un clima radicalizado que les alimenta, no más liberal desde el punto de vista “romántico” del término. Agresión verbal y estigmatización, aunque sea superfluo cuando no se le pueda achacar grandes defectos al adversario político.

Un clásico es siempre intentar acusar a la izquierda de “guerracivilismo”, poniendo etiquetas que resulten atractivas a la opinión de su potencial votante. Solo pueden etiquetar al adversario, porque debatir sobre sus ideas es un campo de batalla que nunca les ha interesado. En España no suelen dar muchas explicaciones cuando votan en contra de sacar de un mausoleo los restos de un dictador, su única explicación es que son cosas del pasado, y que hay que cerrar heridas. Sin embargo, un gran neolibero-oportunista fue aquel neocon llamado José María Aznar que estuvo a favor y apoyó la invasión de Irak. No solo su motivo resultó ser absolutamente falso, sino que crearon el monstruo que todo neocon necesita.

Manejar el arte del dramatismo con comentarios que cualquiera diría que estamos a dos pasos del Gulag o que el mundo se acaba mañana. Ofrecer a sus hinchas un mundo apocalíptico parece que les funciona y así evitan toda observación y perspectiva de su realidad ideológica. Incluso cuando en muchas ocasiones esta realidad es mejor que la que había antes. De todo esto tenemos un gran ejemplo con el problema territorial en Catalunya, donde la derecha española se niega a cualquier tipo de dialogo, principalmente, por que se alimenta de este conflicto.

Su impaciencia al exigir cambios inmediatos a corto plazo para conseguir la frustración o exigir cambios difíciles o imposibles de manera cortoplacista que sin duda dificulta la convivencia con todo aquello que están combatiendo olvidando el optimismo, aun siendo productivo, tanto desde el punto de vista de la tranquilidad como desde el punto de vista de lo que es necesario para que una sociedad libre emerja algún día.
Este tipo de acciones se verifican en aquellos que jalean como neoliberal todo y a todos los que manifiestan su repugnancia hacia lo que sea progresista o que simplemente se autodefinan como socialistas o de izquierda. Como si el afán intervencionista sólo anidara en una parte del espectro político. Conviene no confundir política y politiquería, ambición e impostura.

Existen varias hipótesis sobre el llamado "neoconservadurismo". La más convincente es la que sitúa esta corriente política en la reflexión que en los años sesenta iniciaron Daniel Bell, Irving Kristol y otros acerca de los efectos nocivos de la nueva sociedad de consumo, las vanguardistas artísticas y la cultura pop sobre la familia, la religión y las virtudes cívicas. Os recomiendo “The Cultural Contradictions of Capitalism”, una de las obras fundacionales del movimiento. Esta idea subyace el tímido conservadurismo social de Reagan y Thatcher y fue popularizada por prestigiosas revistas. La colonización neoconservadora ha dado lugar a un equívoco a mi juicio dañino para el liberalismo: el nuevo liberal-conservadurismo que a menudo no tiene de liberal más que el nombre.

Intervencionismo económico, prohibicionismo y comunitarismo se hacen pasar por liberalismo en nombre de la oposición a una izquierda cuyos objetivos de control y experimentación social suelen diferir bien poco de la agenda política. Así, el conservadurismo compasivo de George W. Bush y sus aliados se saldó con una explosión de gasto público y un déficit del 5% promovidos por el presidente y por un Congreso dominado por los republicanos durante seis de sus ocho años de presidencia.
En la actualidad, este movimiento resurge después de un gran desprestigio en los EE.UU y fue arrinconado en Gran Bretaña. Asimismo, el súbito auge y la estrepitosa caída de los partidos confesionales y la sangrante división del centro-derecha en algunos estados de Europa por la influencia de movimientos demuestra que el modelo fue exportable al viejo continente.

Estoy casi seguro, que los neocons en la política española sufren de un curioso jet-lag ideológico que se traducirá en la importación y defensa sin matices de fórmulas fracasadas del pasado en todo o en parte. Confiemos en que el proyecto neocon, o al menos su innecesario corolario teocrático neoconservador, no sea una de ellas.