viernes, 22 de abril de 2016

Recuerdos de parte del periodismo.

Decía Douglas Adams: "Los seres humanos, que son casi únicos por poseer la capacidad de aprender de la experiencia ajena, también son notorios por su repugnancia a hacerlo."

Cuando ser periodista no debería servir para alimentar al poder, sino vigilarlo, cuando el periodismo no es aplaudir a la élite, sino cuestionarla. Cuando se trata la información como mera mercancía interesada y partidista, es cuando se puede denominar a un periodista como periodista culebrero. El "profesional" que se arrastra por las moquetas de los despachos asintiendo con la cabeza entre estupor y vergüenza que información toca manipular ese día, información que debería ser tratada como un derecho fundamental y que en las sociedades libres y democráticas es la cuna de la Democracia y no basura arrojadiza a las conciencias más débiles de los españoles con fines partidistas, ya sean de derechas o de lo que ellos ahora llaman progresistas.

Desde el 20 de diciembre, ha crecido la manipulación mediática exponencialmente, principalmente se trata de desprestigiar al partido o sector que resulte más incomodo para el poder y el sistema, incluido el poder de la prensa. El ruido, la persecución y la crispación, se transcribe en publicar noticias no contrastadas y en acusaciones falsas sin ningún tipo de posterior desmentido (miente mucho que algo queda) y nadie asume responsabilidades. Hay muchos nervios. Ante eso, calma, pero entonces es cuando los periodistas culeberos se ponen más nerviosos que nunca, y aún así, acuden en manadas a los programas más espantosos en defensa de sus reptiles, a cada cual, más exótico e irresistiblemente más despreciable. En este país la basura vende, y el periodismo ha encontrado en la política un pozo sin fondo, donde todo vale, donde todo es arrojadizo menos lo que afecte a tu partido, el que te alimenta el ego y tu cuenta.
Mientras tanto, no hay nada que pueda unir más a las personas de diferentes sectores e ideologías que la defensa de la libertad de expresión y de la protesta, donde en muchos países avanzados son pilares básicos de sus sociedades democráticas.

En los últimos años, se ha producido un despertar social y político, pero nos falta aún una intensa regeneración periodística, en la que nadie se atreve a dar el primer paso. Tal vez, esperan que otro lo de, tal vez, se consideren tan poco profesionales que teman terminar trabajando con la chusma periodística a la que se pretende denunciar, tal vez, la cuenta corriente de los poderosos periodistas sea tan grande, que el periodismo lo vean como un negocio y no como una profesión por vocación, tal vez, todos ellos coman del mismo plato y seguir manipulando y estigmatizando a determinados partidos y sectores sociales les garantice su modus operandi de subsistencia.

Y es que el periodismo que antes definíamos "progresista" en España, ha aprendido demasiado de la derecha, ahora en los "caspa party's de izqueirdas" entran actores que se hacen llamar libres de izquierdas, cuando en realidad son los muñecos diabólicos del periodismo más insano y culebrero.

Hay tan poca credibilidad en los actuales periodistas, que el sector se viene abajo, el periodismo culebero también se hace desde Twitter, sentados en su sillones extrayendo información no contrastada de Google, esta es parte de la evolución del periodismo, el que sustituye al de pluma, al de la Olivetti Olympia o al de WordPerfect 3.0. ¿dónde quedó el romanticismo?
Esta tal la herrumbre señoras y caballeros, que tertulianos suplican asistir a lo que ellos llaman grandes debates políticos, el hambre es tal, que pueden mentir hasta el infinito para asegurarse que les volverán a llamar la próxima vez, tal vez por 100, 200 o 300 euros.
En este sentido, el periodismo que se hace llamar "crítico e irreverente" debería estar obligado a subrayar los peligros que acechan, las muchas presiones de ciertos poderes fácticos de la industria que les subvenciona a modo publicidad, la influencia del poder financiero en sus medios de comunicación que financian a sus agujeros y dan vida a sus líneas de crédito, donde el contexto actual que se traduce en que la sociedad española corre el grave riesgo de experimentar más recortes en derechos y libertades fundamentales en nombre de la seguridad y de la defensa de la democracia, si bien, la realidad que todos sabemos es bien distinta y los intereses de estos poderes no poco menos que son espurios.
Ahora bien, no se debe señalar únicamente a los últimos eslabones de la cadena, ellos son meros soldados de la infamia, las peores culebras siempre están arriba, en los grandes despachos de las grandes editoriales, prostituyendo la información mientras con una mano se fuman un puro y con la otra sujetan el teléfono, considerando que información puede resultar más dañina para su adversario, diseñando el planing de cuan información manipulada, distorsionada o magnificada debe publicarse en base a los acontecimientos, porque la rigurosidad para ellos está en un segundo o tercer plano, para este periodismo, lo principal es salvar el barco de su hundimiento cuando vean que el negocio está en juego, que algo pueda cambiar en las colectivas conciencias. Este es el periodismo predominante en España.

Son tiempos que requieren compromiso y no silencio, valentía y no miedo. Una vez más, es preciso buscar y saber reconocer quién es quién y qué medio de este purgatorio debe responder a las críticas de sus compañeros periodistas. Lo que no se puede transmitir, es que el periodismo tiene mucho que callar y poco que aportar a este respecto.