miércoles, 21 de septiembre de 2016

Nacionalismo, Autodeterminación, Independencia y Practicismo.


"Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes"
Friedrich Nietzsche

-         - Nacionalismo.

Para los que somos partidarios del reconocimiento del derecho a las nacionalidades en España, existe últimamente una notable confusión en torno al significado de palabras como autodeterminación o independencia. Confusión, con frecuencia, interesada, manipulada y prostituida hasta el más allá, pues una forma tradicional de desacreditar determinadas reivindicaciones políticas, culturales, etc. en este país, un país con demasiados brotes tardofranquistas, donde ha desfigurado el modelo, describiéndolas y asociándolo a intereses anacrónicos con rasgos que sólo responden a grupos radicales, terroristas, etc. y que de ellas nacen auténticos detractores con una capacidad de análisis no más allá del conocido "me rompen España".
En este humilde opúsculo que espero pueda tener algún tipo de carácter didáctico para aquellos que no ven más allá del interés del propio y de sus corruptos por encima del interés general, (y sé que leen poco) no es que espere de ellos que concilien ninguna fundamentación doctrinal (solo faltaría), sino que mis modestos conceptos teóricos puedan arrojar luz con una respuesta lo más humilde, clara y sencilla a las principales cuestiones políticas que se plantean muchos ciudadanos, hablen la lengua que hablen, pero principalmente, para quienes discuten sobre autodeterminación e independencia sin tener mucho conocimiento de lo qu hablan o escriben basados en los sermones que les cuentan en sus seminarios del partido o lo que escuchan a adictos de la basura periodística, me refiero a los periodistas culebreros de la caverna.

El reconocimiento del Derecho de Autodeterminación, profusamente recogido en numerosos pactos internacionales, y que, en teoría, tantas veces tendría que haberse convertido por ello, en un derecho positivo interno de los pueblos, siempre ha encontrado resistencias y objeciones implacables de los estados plurinacionales afectados y de la propia comunidad internacional, que prefieren no complicarse la vida con modificaciones del "statu quo" actual, especialmente si con ello se incomoda a estados con gobiernos dirigidos económicamente por otros con intereses económicos sobre estos.


Por ello, a pesar del carácter meramente democrático del principio que debe informar sobre el derecho a la autodeterminación de los pueblos, desde que aquel Presidente Wilson lo popularizase terminada la primera guerra mundial, su aplicación práctica tropieza con todos los obstáculos que uno pueda imaginar. En aquella coyuntura, los vencedores consideraron oportuna su aplicación en el ámbito de los estados vencidos, pero, naturalmente, consideraron inaceptable su pertinencia en el seno de los estados vencedores... Posteriormente el mundo democrático occidental hizo una interpretación interesada de la aplicabilidad del principio, imitándolo al ámbito de las situaciones estrictamente coloniales y negándolo, resultando pueblos o naciones sin estado (como si no existieran colonialismos culturales y de muy diversa índole).
Esto hizo exclamar con sorna al propio Director de Derechos Humanos de la ONU, John Humphrey, que, por lo visto, los pueblos que no eran colonias, ya no eran pueblos. O te someten o no eres nadie en el ámbito internacional.
Finalmente, aquello tan extendido llamado hipocresía y doble juego de la ambigüedad de los grandes estados, procuraron que la declaración universal del derecho democrático recogiera el derecho a la autodeterminación de los pueblos, pero de modo que pudiera ser facilmente neutralizada.
En las grandes declaraciones o pactos como el de Helsinki, etc... las afirmaciones simultáneas del derecho a la integridad territorial de los estados y otras proclamaciones similares, permiten a cada cual invocar tales convenios según les conviene, pero a ellos...
Por encima de las miserables prácticas habituales de la comunidad internacional, que siempre se resiste a reconocer los derechos de los débiles, (los pueblos pequeños, naciones sin estado) frente a los fuertes (los estados establecidos), el Derecho de Autodeterminación va adquiriendo carta de naturaleza de principios democráticos, siendo el único capaz de resolver civilizadamente determinados conflictos internacionales, y llegará el día en que ningún estado civilizado podrá negar su inclusión en sus leyes fundamentales ni merecer la etiqueta de antidemocrático.


-         - Autodeterminación.

Por eso ahora los tiros ya van en otras direcciones. Así, cuando se defiende ese derecho para un pueblo, los salvapatrias del nacionalismo español (aunque ellos no se ven como nacionalistas sino como patriotas) argumentan y hasta ironizan con las dificultades prácticas para su aplicación: ámbito territorial, reconocimiento de igual derecho a provincias, lenguas y hasta municipios del País, condición de nacionales, etc. como si en cualquier país en igual trance de autodeterminación no existieran estas y otras dificultades prácticas, indefectiblemente, porque las comunidades humanas, especialmente cuando han vivido en la indefensión política y resultan mediatizadas por otros pueblos, no pueden ser colectivos homogéneos, con idénticos grados de conciencia colectiva y señas de identidad cultural.
A estos problemas prácticos pudiera responder este artículo: Si el derecho de autodeterminación para elegir las fórmulas políticas bajo las cuales quieran vivir los pueblos, En España entre ellos principalmente Euskadi y Catalunya, han merecido tantas objeciones interesadas, qué decir de la reivindicación tan irritante frente a la tradición centralista y jacobina que se daba en la antigua Escocia, que nos envuelve en esta ofensiva política, mediática e intelectual sin precedentes.


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- Independencia.

A los ataques tradicionales que soporta el independentismo, ridiculizando su supuesta vocación autárquica y su consiguiente condena a la asfixia económica y otros tópicos similares, ahora le sumamos otros factores, como la articulación de conspiraciones por parte del Gobierno de España para acabar con el adversario inventando informes falsos, cuentas en Suiza, etc. Dudo mucho, que para ellos pueda resultar más interesante la paralisis sufrida hasta ahora por parte de los gobiernos  anclados en el escudo de patriotico de la indecencia y puedan despreciar tal vez la última oportunidad hasta dentro de muchos años para poder llegar a establecer un diálogo con un nuevo gobierno de izquierdas.

La economía se globaliza cada vez más y vivimos las reglas de intercambio comercial sin límites ni dependencias especiales, se acude a otros tópicos de signo diferente, cuando se tiende a la Granja Global, cuando se superan las estructuras estatales para forjar esa llamada Unión Europea.
¿Acaso los estados van a dejar de existir según los esquemas? claro está que aún en el lejano horizonte de una verdadera Confederación Europea, los nacionalistas serían los primeros en desearla. ¿Pero quiénes seguirían siendo los elementos constitutivos de una hipotética Confederación o Federación, si no los Estados, aunque cedieran importantes competencias a la Unión, y quiénes formarían la voluntad de tales entes supraestatales mediatizando las aspiraciones legítimas de los pueblos sin estado?.
Frente a los detractores de una aspiración natural de las naciones, como es su independencia, que denuncian el anacronismo de tal aspiración, está la realidad terca de loso hecho: en el último medio siglo, el número de estados independientes creció de 74 en 1946, a 193 hoy en día. Y para los que recurren al ridículo y tradicional argumento de que no tienen sentido estados tan pequeños como el que resultaría de una nación del tamaño de Euskalherria, baste recordar que, de los estados existentes, 87 tienen menos de 500.000 ciudadanos.


Hace poco escribí un artículo en el que describía los riesgos de unas terceras elecciones en España, en las cuales, y dado lo que se observa en el panorama político, no sería muy extraño que PP y C's pudieran conseguir una mayoría suficiente para gobernar durante 4 años. Este resultado creo que no beneficia a nadie, solo a ellos y no me cabe duda que si lo vivido hasta hoy para el independentismo, la izquierda española y el interés general ya ha sido algo muy duro, piensen en un gobierno de Rajoy y vice presidido por su caudillo Rivera.

- Practicismo.
No es mí propósito en este artículo el de abundar en los argumentos vacíos o demagógicos sin aclaraciones, (si acaso los hubiere). Pero no quiero terminar esta reflexión inicial sin recomendar a los escépticos, tardofranquistas y analfabetos que lean en publicaciones tan serias como The Economist (3 de enero de 1998) o en los escritos de gente tan solvente como Ohmae, Alesine o Wacziarg, las ventajas que presentan los estados de pequeña dimensión por el dinamismo y la cualificación económica que los caracteriza con gran frecuencia. Encontrarán argumentos rotundos que desmienten tantos tópicos como los que inculcan los estados en los cerebros virgenes de sus votantes y que se han manejado desde tiempos remotos contra el independentismo, disfrazando de argumento científico lo que habitualmente creian que era libertad de expresión en el Nacional Catolicismo, otro tipo de nacionalismo impositivo y absorbente.