viernes, 29 de abril de 2016

España, S.A y corruptos de toda laya


El capitalismo es un sistema construido sobre la corrupción, eso no quiere decir que en otros sistemas no haya personas corruptas, pero el capitalismo es un sistema corrupto en sí mismo.
Luis Eduardo Aute.

La corrupción se ha entronizado en las más altas cumbres del poder en España, hasta el punto de que, en términos epistemológicos, podría articularse un conjunto teórico sobre la corrupción como concepto y como método.

No es exagerada la tarea. En efecto, si se observa el comportamiento de la clase política nacional día por día, se llegará a la conclusión de que la corrupción constituye un marco conceptual y metodológico para el ordenamiento del comportamiento de los actores políticos tradicionales en detrimento de los intereses de su pueblo, vale, hemos asumido el "robo sin violencia" en política como algo tan extendido que lo entendemos como normal.

Contra este enfoque pesimista, pero no fatalista de la realidad, se podrá argumentar que cada acción de un grupo político se corresponde con un determinado interés, y que por lo tanto, se trata de una conducta racional en la que no caben errores como referencia. Pero la corrupción a la que me refiero en este artículo, implica toda acción política cuya cuyas motivaciones y consecuencias no se correspondan con un resultado medible, que contribuya al desarrollo social y humano de la mayoría de la población. Desde esta perspectiva, los políticos que han ejercido el poder en los últimos 35 años han actuado como corruptos sociales. (sin contar a dictadores).

La corrupción consiste no solo en actuar creando consecuencias negativas para el propia sociedad, sino también, en generar resultados que afectan a la mayoría social más desfavorecida. Es hacer daño a la mayoría para beneficio de un grupo pequeño de individuos. Es, por ejemplo, hacer soportar largos e interminables presupuestos restrictivos a la población, a cambio de que un grupo de desalmados se forre de dinero mal habido. Resumiendo, obtener una ventaja personal o familiar afectando el bienestar de la sociedad que no con poco esfuerzo pagan como pueden sus impuestos.


Prácticamente todas las área de acción estatal está salpicada por la maldición de la corrupción. Así, por más ventajas que obtenga el gobierno con los elevados precios de los combustibles, a pesar de la baja del petróleo en los mercados internacionales, su conducta es de una corrupción saludable, la cual se incrementa cuando los incumbentes tratan de convencer (vencer es lo apropiado) de que ellos están en lo cierto y que todos es bueno por el bien de los intereses de España. El patriotismo es la cueva donde se esconden los mejores corruptos.

La corrupción no está relacionada con la inteligencia de un actor, ni mucho menos con su "grandilocuencia discursiva", o con su silencio ensordecedor (como es el caso del actual presidente en funciones) sino con resultados concretos, tangibles e intangibles, de gran malestar para la sociedad. Además, hemos llegado a asumir como algo normal que un político llegue en chancletas y salga del escenario político en un Jaguar.

La corrupción legal es otro estigma generalizado, Está presente en los contratos que hace el Estado, en las negociaciones internacionales, en minería, en la educación, en la agricultura, en el control de los precios de los alimentos, en el transporte, y para demostrar que nuestra clase política tiene un sobresaliente en corrupción, véase el servicio de la salud pública.

Aún así, hay sinvergüenzas que para justificar la corrupción generalizada de su partido pregonan en todas la televisiones que la corrupción va en el ADN de las personas, o aún peor, condenan que una señora viuda con una pensión de 400 euros se ahorre el IVA de la factura del fontanero. Y claro, como hay más viudas que corruptos, el problema ya sabemos todos de quién es.

En España los corruptos es algo que cuesta “un ojo” a la ciudadanía, ser estúpido y votarles cuesta el “otro ojo”, pero, a nosotros nos dijeron de pequeños que; "es mejor lo malo conocido, que lo bueno por conocer".

Un político en España puede acarrear a sus espaldas más de 20 dimisiones de sus cargos por corrupción y alguno que otro que está en la cárcel, y proclamarse como el espíritu político británico de la honorabilidad y respeto honorífico de los ciudadanos. Y encima van y les votan.


¿Solo la clase política es corrupta? ¿Qué decir de los ciudadanos y ciudadanas que votan por corruptos empedernidos? Sin librarnos de responsabilidad, nuestro voto no es resultado de una reflexión éticamente comprometida con las mejores causas de la nación, sino de décadas de miseria política, de cansancio social, de apatía, de la acción clientelar de los que tienen el control del país, de una concepción patrimonialista del Estado.

Una corrupción heredada del franquismo, donde ser amigo del régimen suponía obtener la licencia de un estanco, un puesto de conserje o piso en el Paseo de la Castellana. Por supuesto sin despreciar como el dictador favorecía contratos a empresarios de su cuerda, cuyas empresas hoy en día aún mantienen a los herederos y beneficiarios de tales corruptelas.

Durante 38 años de transición, la corrupción ha permanecido en una oscura cueva. Pero a nosotros nos dijeron que esto era una gran Democracia porque podíamos votar. Pero solo había dos opciones, votar a los malos, o a los peores.

Contra la corrupción se me ocurren solo dos pares de cosas: Leyes, Justicia, Información y Voluntad.

En conclusión, parte de la clase política en general, no solo es corrupta y perversa en su proceder, también es portadora de una estupidez de la cual parece sentirse orgullosa.

Arthur Miller dijo refiriéndose al trtato de los corruptos por parte del periodismo: ¡Colgadlos bien alto sobre el pueblo! Quien llore por éstos, llora por la corrupción.