"Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes"
Friedrich Nietzsche
Friedrich Nietzsche
- -
Nacionalismo.
Para los que somos partidarios
del reconocimiento del derecho a las nacionalidades en España, existe
últimamente una notable confusión en torno al significado de palabras como
autodeterminación o independencia. Confusión, con frecuencia, interesada,
manipulada y prostituida hasta el más allá, pues una forma tradicional de
desacreditar determinadas reivindicaciones políticas, culturales, etc. en este país, un país con
demasiados brotes tardofranquistas, donde ha desfigurado el modelo, describiéndolas y asociándolo a intereses anacrónicos con rasgos que sólo responden a grupos
radicales, terroristas, etc. y que de ellas nacen auténticos detractores con
una capacidad de análisis no más allá del conocido "me rompen España".
En este humilde opúsculo que espero
pueda tener algún tipo de carácter didáctico para aquellos que no ven más allá del interés
del propio y de sus corruptos por encima del interés general, (y sé que leen poco) no es que
espere de ellos que concilien ninguna fundamentación doctrinal (solo faltaría),
sino que mis modestos conceptos teóricos puedan arrojar luz con una respuesta
lo más humilde, clara y sencilla a las principales cuestiones políticas que se plantean muchos
ciudadanos, hablen la lengua que hablen, pero principalmente, para quienes
discuten sobre autodeterminación e independencia sin tener mucho conocimiento de lo qu hablan o escriben basados en
los sermones que les cuentan en sus seminarios del partido o lo que escuchan a adictos de la basura periodística, me refiero a los periodistas
culebreros de la caverna.
El reconocimiento del Derecho de
Autodeterminación, profusamente recogido en numerosos pactos internacionales, y
que, en teoría, tantas veces tendría que haberse convertido por ello, en un derecho positivo interno de los pueblos, siempre ha encontrado resistencias y
objeciones implacables de los estados plurinacionales afectados y de la propia
comunidad internacional, que prefieren no complicarse la vida con modificaciones
del "statu quo" actual, especialmente si con ello se incomoda a
estados con gobiernos dirigidos económicamente por otros con intereses
económicos sobre estos.
Por ello, a pesar del carácter
meramente democrático del principio que debe informar sobre el derecho a la
autodeterminación de los pueblos, desde que aquel Presidente Wilson lo
popularizase terminada la primera guerra mundial, su aplicación práctica
tropieza con todos los obstáculos que uno pueda imaginar. En aquella coyuntura,
los vencedores consideraron oportuna su aplicación en el ámbito de los estados
vencidos, pero, naturalmente, consideraron inaceptable su pertinencia en el seno
de los estados vencedores... Posteriormente el mundo democrático occidental
hizo una interpretación interesada de la aplicabilidad del principio, imitándolo al ámbito de las situaciones estrictamente coloniales y negándolo, resultando pueblos o naciones sin estado (como si no existieran
colonialismos culturales y de muy diversa índole).
Esto hizo exclamar con sorna al propio Director de Derechos Humanos de la ONU, John Humphrey, que, por lo visto, los pueblos que no eran colonias, ya no eran pueblos. O te someten o no eres nadie en el ámbito internacional.
Esto hizo exclamar con sorna al propio Director de Derechos Humanos de la ONU, John Humphrey, que, por lo visto, los pueblos que no eran colonias, ya no eran pueblos. O te someten o no eres nadie en el ámbito internacional.
Finalmente, aquello tan extendido
llamado hipocresía y doble juego de la ambigüedad de los grandes estados, procuraron que la declaración universal del derecho democrático recogiera el derecho a la
autodeterminación de los pueblos, pero de modo que pudiera ser facilmente neutralizada.
En las grandes declaraciones o pactos como el de Helsinki, etc... las afirmaciones simultáneas del derecho a la integridad territorial de los estados y otras proclamaciones similares, permiten a cada cual invocar tales convenios según les conviene, pero a ellos...
En las grandes declaraciones o pactos como el de Helsinki, etc... las afirmaciones simultáneas del derecho a la integridad territorial de los estados y otras proclamaciones similares, permiten a cada cual invocar tales convenios según les conviene, pero a ellos...
Por encima de las miserables
prácticas habituales de la comunidad internacional, que siempre se resiste a
reconocer los derechos de los débiles, (los pueblos pequeños, naciones sin
estado) frente a los fuertes (los estados establecidos), el Derecho de
Autodeterminación va adquiriendo carta de naturaleza de principios
democráticos, siendo el único capaz de resolver civilizadamente determinados conflictos
internacionales, y llegará el día en que ningún estado civilizado podrá negar
su inclusión en sus leyes fundamentales ni merecer la etiqueta de
antidemocrático.
- - Autodeterminación.
Por eso ahora los tiros ya van en
otras direcciones. Así, cuando se defiende ese derecho para un pueblo, los
salvapatrias del nacionalismo español (aunque ellos no se ven como
nacionalistas sino como patriotas) argumentan y hasta ironizan con las dificultades prácticas para
su aplicación: ámbito territorial, reconocimiento de igual derecho a provincias, lenguas
y hasta municipios del País, condición de nacionales, etc. como si en
cualquier país en igual trance de autodeterminación no existieran estas y otras
dificultades prácticas, indefectiblemente, porque las comunidades humanas,
especialmente cuando han vivido en la indefensión política y resultan mediatizadas por
otros pueblos, no pueden ser colectivos homogéneos, con idénticos grados de
conciencia colectiva y señas de identidad cultural.
A estos problemas prácticos
pudiera responder este artículo: Si el derecho de autodeterminación para elegir
las fórmulas políticas bajo las cuales quieran vivir los pueblos, En España entre ellos principalmente
Euskadi y Catalunya, han merecido tantas objeciones interesadas, qué decir de
la reivindicación tan irritante frente a la tradición centralista y jacobina que se daba en la antigua Escocia,
que nos envuelve en esta ofensiva política, mediática e intelectual sin precedentes.
-
- Independencia.
A los ataques tradicionales que
soporta el independentismo, ridiculizando su supuesta vocación autárquica y su
consiguiente condena a la asfixia económica y otros tópicos similares, ahora le
sumamos otros factores, como la articulación de conspiraciones por parte del
Gobierno de España para acabar con el adversario inventando informes falsos,
cuentas en Suiza, etc. Dudo mucho, que para ellos pueda resultar más interesante la paralisis sufrida hasta ahora por parte de los gobiernos anclados en el escudo de patriotico de la indecencia y puedan despreciar tal vez la última oportunidad hasta dentro de muchos años para poder llegar a establecer un diálogo con un nuevo gobierno de izquierdas.
La economía se globaliza cada vez más y
vivimos las reglas de intercambio comercial sin límites ni dependencias
especiales, se acude a otros tópicos de signo diferente, cuando se tiende a la Granja Global, cuando se superan las estructuras estatales para forjar esa llamada Unión
Europea.
¿Acaso los estados van a dejar de
existir según los esquemas? claro está que aún en el lejano
horizonte de una verdadera Confederación Europea, los nacionalistas serían
los primeros en desearla. ¿Pero quiénes seguirían siendo los elementos
constitutivos de una hipotética Confederación o Federación, si no los Estados,
aunque cedieran importantes competencias a la Unión, y quiénes formarían la
voluntad de tales entes supraestatales mediatizando las aspiraciones legítimas
de los pueblos sin estado?.
Frente a los detractores de una
aspiración natural de las naciones, como es su independencia, que denuncian el
anacronismo de tal aspiración, está la realidad terca de loso hecho: en el
último medio siglo, el número de estados independientes creció de 74 en 1946, a
193 hoy en día. Y para los que recurren al ridículo y tradicional argumento de
que no tienen sentido estados tan pequeños como el que resultaría de una nación
del tamaño de Euskalherria, baste recordar que, de los estados existentes, 87
tienen menos de 500.000 ciudadanos.
Hace poco escribí un artículo en
el que describía los riesgos de unas terceras elecciones en España, en las cuales, y dado
lo que se observa en el panorama político, no sería muy extraño que PP y C's
pudieran conseguir una mayoría suficiente para gobernar durante 4 años. Este resultado creo
que no beneficia a nadie, solo a ellos y no me cabe duda que si lo vivido hasta
hoy para el independentismo, la izquierda española y el interés general ya ha sido
algo muy duro, piensen en un gobierno de Rajoy y vice presidido por su caudillo Rivera.
- Practicismo.
No es mí propósito en este artículo
el de abundar en los argumentos vacíos o demagógicos sin aclaraciones, (si acaso los hubiere). Pero no quiero
terminar esta reflexión inicial sin recomendar a los escépticos,
tardofranquistas y analfabetos que lean en publicaciones tan serias como The
Economist (3 de enero de 1998) o en los escritos de gente tan solvente como
Ohmae, Alesine o Wacziarg, las ventajas que presentan los estados de pequeña
dimensión por el dinamismo y la cualificación económica que los caracteriza con
gran frecuencia. Encontrarán argumentos rotundos que desmienten tantos tópicos
como los que inculcan los estados en los cerebros virgenes de sus votantes y que se han manejado desde tiempos remotos contra el
independentismo, disfrazando de argumento científico lo que habitualmente creian que
era libertad de expresión en el Nacional Catolicismo, otro tipo de nacionalismo
impositivo y absorbente.
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